Es una respuesta adaptada el
generar una mayor activación nerviosa frente a situaciones que entrañan reto,
riesgo, evaluación, etc. Ese nivel de
activación extra supone un octanaje adicional que facilita la ejecución de una
tarea o el solventar exitosamente una situación. Los exámenes constituyen esos eventos
trascendentes, esos “momentos de la verdad” (como diría Jan Carlzon), en los
que un alumno “se la juega” (como diría un antiguo anuncio de TV). En la práctica orientadora es muy frecuente conocer
la existencia de alumnos trabajadores, que dedican tiempo al estudio en sus
casas, que evocan correctamente frente a su familia lo estudiado, pero conforme
se acerca el momento del examen se van poniendo cada vez más nerviosos. Este proceso culmina con la terrorífica
situación de “quedarse en blanco”, bloqueando cualquier iniciativa de contestar
correctamente las preguntas del examen.
Y lo que más desespera al alumno es que tiene la certeza de que antes
del examen sabía la respuesta, y que
tras el examen –y en un entorno más tranquilo- las respuestas vuelven a
aflorar.
Se propone un enlace donde
encontrar ideas para afrontar esta ansiedad.
Autor: Pedro J. Sáiz (Orientador)
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